El concierto “más esperado” del año por culpa del retraso del concierto anterior que ofrecía la OCNE

Vive la Zarzuela, cuarto y último concierto de la V Temporada del Grupo Concertante Talía en el Auditorio Nacional, concluyó con la Sala Sinfónica prácticamente llena, muchos aplausos, y superando una grave incidencia: Orquesta Metropolitana de Madrid y Coro Talía se vieron obligados a salir una hora tarde a la escenario; y el público, casi 2000 personas, tuvo que esperar otro tanto en la calle. ¿El motivo? Insólito. La prolongada duración del concierto anterior ofrecido por la Orquesta y Coro Nacionales de España de la que el Grupo Talía fue informado esa misma noche. A pesar de todas las tensiones, y después de que el Auditorio Nacional pidiera disculpas por megafonía, la comprensión del público sumada a la alegría, la entrega y la pasión de los músicos, con Silvia Sanz Torre a la cabeza, permitieron que se dejara a un lado el mal sabor de boca y la música recuperara su papel protagonista en el concierto.

 

Tras las disculpas públicas de los responsables del Auditorio Nacional exculpando al Grupo Talía de toda responsabilidad, salió al escenario Silvia Sanz Torre, directora de la Orquesta Metropolitana de Madrid y el Coro Talía, que se dirigió a los asistentes para pedir disculpas por lo acontecido y decir, a continuación, que era el momento de que la música tomara la palabra. Todas las piezas, desde la primera, encontraron una gran acogida del público. Sí, como suele decirse, después de la tempestad vino la calma…, mejor aún, la alegría, y el concierto se desarrolló con toda normalidad, salvo por el horario (Sobre el forzado retraso, el Grupo Talía redactó un comunicado al que puede accederse a través de la página web).

La cuarta del Apolo

De esta manera, el concierto Vive la Zarzuela se convirtió en el “concierto más esperado” del Auditorio Nacional de Música y, en cierta manera, en una “cuarta del Apolo”, que es como se llamaba a la función más nocturna del famoso teatro, conocido también como la “catedral del género chico”, y en la que se representaban las obras de más éxito. El programa estuvo integrado por fragmentos orquestales (preludios e intermedios) y coros de zarzuelas del género grande (dos o más actos) y chico (un solo acto). La danza española se sumó al espectáculo musical con la participación de los bailarines Sara Martín Chamorro y Raúl González Frías que deleitaron a todos con sus coreografías elegantes y acertadas. En todas sus intervenciones emocionaron al público.

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Los preludios

A “la cuarta del Apolo” pasó de un día para otro, debido al éxito de su estreno, La verbena de la Paloma de Tomás Bretón, cuyo preludio abría el concierto Vive la zarzuela. Tomás Bretón fue un músico empeñado en sacar adelante la ópera española pero que todo el mundo recuerda por esta zarzuela de solo un acto en la que dejó constancia de toda su sabiduría musical. El preludio nos permitió escuchar los temas que identifican los números más conocidos de la obra, entre ellos, el del dúo “Dónde vas con mantón de Manila” que escuchamos en un hermoso solo para flauta que interpretó Luz Mur. 

El programa del concierto reunía los preludios más logrados y conocidos de nuestra zarzuela, uno de ellos indispensable, el de La Revoltosa de Chapí. Había entre el público quien no se resistía a tararear al escuchar el tema del famoso dúo de Felipe y Mari Pepa. También el de El tambor de granaderos, en el que Chapí dejó constancia de su sólida formación sinfónica. No podía faltar el animado preludio de El bateo de Chueca, compositor con menor formación musical que Chapí o Bretón, pero con tal gracia, chispa e intuición melódica que compensaba cualquier otra carencia. Todo aquel que escuchaba sus zarzuelas, salía cantándolas. Y en el público del concierto había quien se dejaba llevar y terminaba cantando.

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Intermedios

El programa incluía intermedios orquestales. Uno de ellos el de la zarzuela La leyenda del beso de Reveriano Soutullo. El carácter melodramático y la intensidad lírica de esta obra quedó reflejado en este magnífico intermedio con su precioso solo de violín que corrió a cargo del concertino, Alfonso Moreira. Muchos reconocen su música gracias a una famosa versión de Mocedades, que le puso letra (“Amor de hombre”). Y disfrutamos aún más de tan hermosa música con la romántica coreografía preparada por Sara Martín Chamorro y Raúl González Frías para la pieza. La pareja de bailarines acompañó también la interpretación del “Fandango” de Doña Francisquita, la gran zarzuela de Amadeo Vives, integrando en el sonido orquestal castañuelas y zapateado. Del mismo autor se interpretó el magnífico intermedio de Bohemios, primer gran éxito de Vives.

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Claveles, mantones y el coro

Entre un pasaje orquestal y otro, el Coro Talía interpretó conocidos coros de zarzuela, divertidos, chispeantes, pícaros unos, románticos otros. Cantaron sin partituras pues, aunque no fuera una función teatral, cantar de memoria y sin mirar papeles enriquece la interpretación y, sobre todo, la comunicación. No llevaba el coro el uniforme habitual. Los mantones lucían sus vivos colores sobre los trajes negros de las mujeres; y los hombres cambiaron la pajarita granate por pañuelos blancos y la chaqueta del smoking por el chaleco, sin olvidar las  gorras de chulapo. Todos adornados con claveles rojos, igual que los músicos de la orquesta. También Silvia Sanz Torre lució mantón, en blanco y negro y transformado en elegante falda.

Ellas

Las voces femeninas fueron las primeras en intervenir con una de las muchas zarzuelas que comentaban la actualidad política del momento y las cuestiones que eran motivo de debate público en su época, como el proyecto de creación de la Gran Vía. Así lo escuchamos en la zarzuela de Chueca del mismo nombre con la llamada “Polca de las calles”, en que las propias calles de Madrid toman la palabra para decir cosas como “Van a la calle de la Bola embusteros a granel”, ” A la del Sordo va el Gobierno que no quiere oír”, “Los que la tienen por el mango, buscan la de la Sartén”…. ¿Quién dice que la zarzuela no es actual? También correspondió a las mujeres de Talía la interpretación del castizo y brillante “Coro de Barquilleros” de Agua, azucarillos y aguardiente, también de Chueca.

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Ellos

A bajos y tenores correspondió el famosísimo “Coro de doctores” de la zarzuela El rey que rabió de Chapí que cantaron con mucha gracia y expresividad, acompañando con el gesto de la experiencia y de quien sabe lo que dice, aunque sea en el latín macarrónico. El caso es que este coro de sabios concienzudos siempre llega a una conclusión y a su contraria. Comenzaron así: “Juzgando por los síntomas que tiene el animal, bien puede estar hidrófobo y puede no lo estar” y terminaron de esta manera: “Y de esta opinión nadie nos sacará, el perro está rabioso o no lo está”.

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Bailes de salón y coqueteos musicales

Algunas zarzuelas vienen a ser auténticas suites de danzas, pero no de danzas cortesanas, sino de danzas populares (seguidillas, fandangos…) y bailes de salón que estaban de moda en la época en que se crearon: polca, mazurca, vals, pasodoble, pasacalle, tango, chotis… La zarzuela La Gran Vía es un buen ejemplo. Si las calles de Madrid protestaban por la construcción de la gran avenida a ritmo de polca, en El amigo Melquiades de Serrano y Valverde, ante la repentina lluvia, ellos y ellas coquetean bajo los paraguas a ritmo de pasacalle (“Tápeme pero no me apriete tanto…). No estaba en el programa la famosa mazurca de las sombrillas de Luisa Fernanda, pero sí el elegante chotis de La chulapona (“Me hace usté el favor Reina de Madrid” cantaron ellos…, “Nunca ha sido un baile tan de mi agrado”, contestaron ellas). También se cantó el muy coqueto y poético “Coro de románticos” de Doña Francisquita, zarzuela en que Amadeo Vives retrató el Madrid romántico del siglo XIX (¿”Dónde va la alegría, dónde va la hermosura?). En verdad, la alegría flotaba en el ambiente.

La sanguaraña y la zamacueca

La mayoría de zarzuelas que se interpretaron en el concierto tenían que ver con Madrid (era la víspera de San Isidro), pero la que cerró el programa nos llevó mucho más lejos, a Chile. ¿Quién no es capaz de disfrutar con Los sobrinos del capitán Grant de Fernández Caballero? Una de las zarzuelas, podría decirse opereta, más divertidas de la historia del género. Las voces femeninas de Talía dejaron los mantones y sacaron como por arte de magia (¿de los escotes, de las mangas?) unos cigarrillos (de pega, por supuesto) para cantar el pícaro y sensual “Coro de fumadoras” y decir entre suspiro y suspiro que “si el tabaco tiene poder, se siente un mareíto, ay, que da placer”. Y tras cada placentero suspiro, el público reía. La pieza desembocó seguidamente en un brillante coro con el ritmo animado y latino de la zamacueca en el que escuchábamos cosas como esta: “¿Qué es esto de mamá Chunga que viene con su matraca, que si ella me dice triqui, yo le digo triquitraca?”. Y al grito de “¡Samba que le da!”, coro, orquesta y directora concluyeron el programa recibiendo rotundos aplausos, aún más agradecidos por los músicos a sabiendas del sacrificio de la espera. 

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De madrugada

Sí. Con el mencionado retraso pasaban la una de la madrugada cuando el concierto tocaba su fin y, aunque debido a las horas alguno tuvo que marcharse, el público seguía allí, sin moverse, contento, aplaudiendo. Así que hubo tiempo para tres bises. En uno de ellos se reservaba una sorpresa, algo que seguro habían echado de menos: el intermedio de La boda de Luis Alonso de Gerónimo Giménez, con la participación impecable de los bailarines Sara Martín Chamorro y Raúl González Frías. Todos los ojos clavados en ellos. Todo pasión. Fantásticos de nuevo. Y aún hubo tiempo para más: El vivo pasacalle de El año pasado por agua de Chueca y las seguidillas de La verbena de la Paloma, a las que sumaron de forma improvisada los bailarines. Silvia Sanz que, como es habitual ver en ella, no utilizó atril, sonríe al público satisfecha. Una señora grita desde el patio de butacas “Vales lo que pesas” y se escucha a su hija, apurada, decir: “¡Mamá, por favor!

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Fue una noche intensa, en todos los sentidos, pero el concierto pudo hacerse y fue finalmente otro concierto feliz. Llegaba el momento de marcharse y decir, como cantó el coro al final del chotis de La Chulapona: – ¿Quiere usted descansar? – Me he llegado a fatigar. – Es aquí, siéntese. – Muchas gracias. – No hay de qué. Fin.

Fotos de Grupo Concertante Talía y Aziza Photos

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