Concierto ¡Vive la zarzuela!

Domingo 23 de mayo – 11:30 – Auditorio nacional – Sala Sinfónica

Preludios, intermedios, coros y romanzas

Orquesta Metropolitana de Madrid

Coro Talía

Miguel Borrallo, tenor

Sara Martín, Virginia Guiñales, danza española

Ovación cerrada, el público en pie, lágrimas de emoción y mucha alegría, y no solo en el público, sino entre los músicos, emoción y alegría por ver que tanta gente había vuelto a ocupar las butacas de la Sala Sinfónica del Auditorio Nacional para disfrutar de un concierto con ganas y entusiasmo. Esa fue la imagen final del concierto ¡Vive la zarzuela! con el que, en la mañana del pasado 23 de mayo, la Orquesta Metropolitana de Madrid, el Coro Talía y su directora Silvia Sanz Torre, dijeron adiós a una temporada llena de dificultades debido a la pandemia COVID-19. El concierto contó con tres colaboradores de lujo que, con su entrega y profesionalidad, se metieron al público en el bolsillo, el tenor Miguel Borrallo y las bailarinas Sara Martín y Virginia Guiñales. 

Grupo de personas posando delante de una pared

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A las 11:30 de la mañana orquesta y coro salían al escenario de la Sala Sinfónica con mantones, chalecos, parpusas, claveles rojos y, sobre todo, muchas ganas de disfrutar. El coro, en consonancia con su directora, Silvia Sanz, interpretó todas las obras sin partitura.  La formación se dispuso conforme a la normativa, con distancia de seguridad entre cada miembro del coro, pero, esta vez, con sus voces mezcladas. El objetivo era poder dar la teatralidad necesaria a aquellas piezas en las que dialogan hombres y mujeres y salvar así el obstáculo expresivo que supone cantar con mascarilla, sobre todo en un género como la zarzuela. La entrega de la orquesta, la excelente voz de Miguel Borrallo y la magia de la danza española con Sara Martín y Virginia Guiñales convirtieron el concierto ¡Vive la zarzuela! en un verdadero espectáculo, la mejor manera de dar fin a esta temporada en la que se han cumplido diez temporadas en el Auditorio Nacional y 25 años de la fundación del Grupo Talía y el Coro Talía.  

Corralas y merenderos

El concierto se inició con dos zarzuelas de ambiente madrileño. La Revoltosa de Chapí y El Bateo de Chueca. La Orquesta Metropolitana nos introdujo magníficamente en el concierto con el preludio de La Revoltosa, pieza de gran calidad sinfónica, repleta de ambientes, en la que reconocimos algunos de los temas más populares de esta zarzuela, como es su dúo más famoso: “Ay, Felipe de mi alma… Mari Pepa de mi vida”). El coro se unió a la orquesta con la “Gavota” de El Bateo (coloquialmente, bautizo) y fue uno de sus tenores, Marcial Pérez (“Pianísimo ese re, empieza el minué”), el que dio paso al resto de las voces, que representan a los invitados a un bautizo durante el baile que tiene lugar en un merendero. La interpretación discurrió, como dice esta “Gavota”, “con elegancia y chic” puesto que ni en “ni en París, ni en soirés, ni en el Real” se bailan tan acertadamente los minués.

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Murmuraciones y deliberaciones

El humor fue uno de los ingredientes esenciales de este concierto con zarzuelas como El dúo de La Africana de Fernández Caballero y El rey que rabió de Ruperto Chapí. De la primera se interpretó el divertido “Coro de la murmuración”, en el que los miembros de una humilde compañía de ópera comentan lo que acaban de ver: “Se marcha furioso y desesperado porque el tenorino se le ha propasado”. En efecto, el tenor anda detrás de la soprano, pero esta es la esposa del empresario, que se pone hecho una furia, lo que es motivo para murmurar y comentar. Fernández Caballero logró un divertidísimo coro en el que música, palabra e intención están fantásticamente combinados.  De El rey que rabió, se interpretó el hilarante “Coro de doctores” que, con su latín macarrónico, constituye unas de las páginas más cómicas de nuestra zarzuela. Los bajos y tenores del coro complementaron la interpretación con batas blancas, fonendos, gorros de cirujano, lupas, perros de peluche, grandes gafas, termómetros gigantes o libros de notas que utilizaron para ponerse en la piel de este grupo de sabios que, tras mucho discutir, no es capaz de llegar a un diagnóstico certero, como tantas veces ocurre en la vida real. 

Que no falte la danza

“Lo que aquí va a pasar, no lo quiero pensar”. Así terminaba el Coro de la murmuración, y así ocurrió también en el concierto, pero en el buen sentido, porque el público estaba cada vez más entregado, sobre todo tras la salida al escenario de la bailarina Sara Martín que cautivó al público en sus dos intervenciones en solitario junto a la Orquesta Metropolitana, el “Fandango” de Doña Francisquita de Amadeo Vives y el “Intermedio” de La boda de Luis Alonso de Gerónimo Giménez.  En el “Fandango” hizo danzar con ella a su abanico y a su mantón en negro y oro, que voló sobre el escenario en giros imposibles. Para La boda de Luis Alonso lució un romántico vestido gris con volantes de encaje. La intensidad de su danza y su buen hacer con las castañuelas, la enérgica y brillante interpretación orquestal y la batuta de Silvia Sanz, pendiente de orquesta y danza, concentrada y disfrutando al mismo tiempo, tuvieron como merecida respuesta la ovación del público. Sin duda, la presencia junto a la zarzuela de un arte tan nuestro como la danza española es un valor añadido para estos conciertos que el público agradece.  

Madrid, Madrid

Madrid volvería a ser protagonista de otros destacados momentos del concierto. Uno de ellos, el elegante “Chotis” de La Chulapona, que tan bien defienden Orquesta Metropolitana y Coro Talía bajo la dirección de Silvia Sanz. (Basta decir que el vídeo de este chotis que se grabó en el concierto de ¡Vive la zarzuela! de 2016 y cuenta más de 130.000 visualizaciones en YouTube). Otros coros de zarzuelas de ambiente madrileño que se interpretaron fueron el popular “Coro de los paraguas” de El amigo Melquiades, de José Serrano, en el que la orquesta nos hizo escuchar los truenos precursores de la tormenta y hombres y mujeres coquetearon bajo la amenaza de la lluvia con el lenguaje castizo del gran escritor Carlos Arniches, autor del libreto. Un Madrid anterior, el de los majos y majas, el goyesco, era el protagonista de otra de las zarzuelas escogidas para este concierto, El barberillo de Lavapiés, de Francisco Asenjo Barbieri, uno de los padres de la zarzuela tal como la conocemos hoy. Su alegre preludio y coro, que se interpretó casi al final del concierto, nos situaba en la Romería de San Eugenio, en el Monte de El Pardo.

Un grupo de personas tocando instrumentos musicales

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No puede ser

“No puede ser” son las palabras que inician la famosa romanza de Leandro en La tabernera del puerto de Pablo Sorozábal, una de las más apasionadas y conmovedoras de nuestra zarzuela y que ha sido cantada por los más grandes tenores, con lo que siempre da lugar a comparaciones. La interpretación, la magnífica voz y seguridad de Miguel Borrallo, y el poderoso y dramático final de la romanza obtuvieron como respuesta la aclamación del público para este tenor que ya ha colaborado con la Orquesta Metropolitana y el Coro Talía en obras como la Novena de Beethoven o el Réquiem de Mozart. 

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Paréntesis sicalíptico

No hay nada mejor que los contrastes y al dramatismo de la impresionante romanza de Sorozábal siguió un fragmento de una zarzuelita, opereta, revista o como quiera llamarse que, por sus canciones picantes y connotaciones eróticas, se clasificó en su día en el llamado género sicalíptico, muy de moda a principios del siglo XX. Se trata de La corte de Faraón, una surrealista “opereta bíblica” de la que se escogió el “Terceto de las Viudas”, interpretado por las voces femeninas de Talía, que colocaron velos negros sobre sus cabezas para informar detalladamente a Lota, antes de su noche de bodas con Putifar, de cuáles son sus obligaciones como esposa.

Una persona sentada en una silla

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La leyenda del beso

Desde que en 1982 Luis Gómez-Escolar puso letra al famoso intermedio de la zarzuela La leyenda del beso de Soutullo y Vert convirtiéndolo en uno de los grandes éxitos de Mocedades, es inevitable escuchar cosas como “me ha gustado mucho Amor de hombre”, que es el título de la canción. El caso es que La leyenda del beso es una zarzuela que destaca por su riqueza orquestal, calidad y lirismo. El intermedio de esta obra que habla de leyendas y maldiciones se ha convertido en un imprescindible en los conciertos de zarzuela. No hay nada como dejarse abrazar por la belleza de su música, en esta ocasión con la interpretación de la Orquesta Metropolitana, en la que destacó el dulce solo de violín a cargo del concertino, José Gabriel Nunes. Fue otro dulce beso, pero este sin maldición.

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La alegría de la Jota levanta al público 

La “Gran Jota” de La Dolores (“Aragón, la más famosa”), ópera española de Tomás Bretón, puso broche de oro al concierto con la participación, junto a la orquesta y el coro, del tenor Miguel Borrallo, que brilló en el canto solista con todo el potencial de su voz, y de las bailarinas Sara Martín y Virginia Guiñales, a las que dio gusto ver bailar la jota con tanta energía. Casi se sorprendía uno al poder disfrutar de sus sonrisas durante todo el baile, especialmente ahora que llevamos tanto tiempo imaginando sonrisas tras las mascarillas. El público lo había pasado muy bien con un programa en el que primó el humor y la alegría, además de páginas apasionadas de la zarzuela, pero el empuje y la fuerza de esta jota hizo saltar lágrimas de emoción, el público rompió a aplaudir y se puso en pie cuando aún no habían finalizado los últimos compases. 

Un grupo de personas en un escenario

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Grande como el mismo sol

Fue un momento difícil de describir que quedará en la memoria de los conciertos de la Orquesta Metropolitana y el Coro Talía en sus diez temporadas en el Auditorio Nacional de Música, una emoción que, como canta el coro en esta jota, fue “grande como el mismo sol”. Parece que nadie quería dar por terminada esta mañana musical de domingo en el Auditorio Nacional. Los aplausos no cesaban y el público se mantenía en sus butacas. Llegaron los bises con más zarzuelas madrileñas (hacía pocos días de la celebración de San Isidro, patrón de Madrid). Orquesta y coro interpretaron el pasacalle de El año pasado por agua, de Federico Chueca, que el público acompañó con palmas, la “Ensalada madrileña” de Don Manolito, de Pablo Sorozábal, y las populares seguidillas de La verbena de la Paloma, de Tomás Bretón. Silvia Sanz, que ha luchado por seguir haciendo conciertos en medio de la pandemia, dio las gracias a la orquesta y al coro y, sobre todo, al público: “Gracias a todos hemos conseguido terminar la temporada”. La jota de La Dolores, que el público animó desde las butacas, se convirtió en el necesario y cuarto bis del concierto y fue también el hasta pronto, hasta la próxima temporada. 

Hemos reído y hemos llorado

A la salida del concierto, y también en comentarios en redes, se escucharon y leyeron palabras como “hemos reído y hemos llorado”. Es lo que ocurre cuando los sentimientos afloran, que se puede reír y llorar al mismo tiempo, de alegría y de emoción. Había vuelto al concierto mucho público ausente durante estos meses pasados, personas que se sienten más seguras después de haber sido vacunadas, público nuevo y hasta niños que, por primera vez, escucharon zarzuela en vivo. Por eso fue también un concierto lleno de esperanza, esperanza de que, en la próxima temporada, aunque continúen las restricciones de aforos y las medidas preventivas, podamos estar todos más tranquilos y disfrutar de la cultura y, por supuesto, de la música, porque conciertos como ¡Vive la zarzuela! demuestran que estamos necesitados, muy necesitados, de música. 

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